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Estas son las carreras más extremas del mundo: en el desierto, el hielo, la altura y la selva. Con frío máximo y calor asfixiante. Cientos de kilómetros sin parar. 

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De varios días, en territorios fascinantes pero no por eso menos hostiles, las seis competencias de running más extremas del mundo son, por definirlo de alguna manera, un verdadero desafío físico y, sobre todo, mental. La resistencia se lleva al límite, definitivamente. Al lado de los corredores que participan en estas competencias, podría decirse que Superman es un héroe de poca monta.

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Una de ellas es el Maratón des Sables donde lo que te mata no es la humedad sino la amplitud térmica. De día, el desierto del Sahara marroquí, por donde se desarrolla esta carrera, es un infierno de 48 grados, un territorio en el que en lugar de aire se esparcen bolas de fuego. Y de noche, la temperatura baja drásticamente a cero. O menos.

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En total, en siete etapas, se corren 236 kilómetros. Esta prueba surgió después de que en 1984, como si fuera un “náufrago voluntario”, como él mismo se definió, el inquieto Patrick Bauer atravesó 350 kilómetros del Sahara solo y con apenas una mochila de 35 kilos. La travesía le demandó 12 días. Este año, hubo 1.300 participantes a los que la organización, además de monitorearlos con jeeps y helicópteros, se encargó de darles agua en los puestos de control. Y sí: hubiera sido muy cruel que les ofrecieran sardinas.

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Claudio Destéfano (54) es un periodista especializado en temas empresariales: “En abril del 2002 tuve el orgullo de terminar el Maratón des Sables, una de las carreras más exigentes del mundo, entre dunas, piedra, arena y tierra. Es una verdadera carrera de management, porque para llegar a la meta hay que saber gerenciar, entre otras cuestiones, tiempo, esfuerzo, descanso y peso”, comenta.

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A Claudio, la preparación le llevó nueve meses. “Me entrené como Rocky”, se divierte. “Pedí permiso en el Hipódromo de Palermo e iba al mediodía para correr, con una mochila de 18 kilos, sobre la pista de arena”. En total, ya estuvo en 25 competencias de 42 kilómetros. Además, hizo cuatro veces el Cruce Columbia de los Andes y corrió varias veces los 100 kilómetros, en Mendoza o Talampaya. “La maratón del Sahara fue mi regalo de 40 años”, relata.

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-¿En cuánto tiempo la terminaste?
\r\n-En 60 horas. El ganador la hizo en 18. ¡Es que yo necesitaba dormir algunas horas!

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-¿Cuántos kilómetros corrías por día?
\r\n-En promedio, 35. Para que la mochila me pesara menos, por ejemplo, le rompí el palito al cepillo de dientes. Son tres gramos, claro, pero si vas sumando... Y del libro de Paulo Coelho que quería leer en los descansos llevé sólo un capítulo.

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En Grecia, por su lado, desde 1983 se corre la Spartathlon, “un homenaje a Filípides”, el corredor que les pidió auxilio a los guerreros espartanos para que defendieran a Atenas del ataque persa. “La carrera es de 246 kilómetros y se debe terminar en no más de 36 horas. Empieza en la base del Partenón, en la Acrópolis de Atenas, y concluye cuando le tocás los pies a la estatua de Leónidas en Esparta”, relata Raúl Amil (54), que formó parte de esta travesía en 2003. “Fue un sueño cumplido”, agrega, conforme con el resultado. “Salí 14° (largaron 300 corredores), con un tiempo de 30 horas y 18 minutos”.

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-¿Cuál es el mayor desafío de la carrera?

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-El clima: se corre con unos 35 grados. Y la geografía... Los primeros 80 kilómetros son en leve subida. Después, a los 160, llega lo más difícil: subir los mil metros del Monte Partenio. Es tan inclinado que, directamente, lo tenés que escalar. Al bajar, sentís que los cuádriceps te estallan.

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A Raúl le sobra experiencia como runner. Entre otras pruebas, corrió “31 veces los 42k”. Y también fue ironman. Sin embargo, para ir al Spartathlon se entrenó con un método muy particular: “En la pista del Club de Amigos, que es de 400 metros, corrí dos veces 100 kilómetros. La primera vez me llevó algo más de nueve horas, y la segunda, ocho. Me sirvió mucho para fortalecer la cabeza”, señala. Ya planea estar en los maratones de Nueva York y de Boston y en los 90 kilómetros de la carrera Comrades (“camaradas”), en Durban, Sudáfrica. Lo que se dice, un titán.

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De Grecia, “la cuna del maratón”, al Círculo Polar Ártico. Con temperaturas de hasta 40 grados bajo cero y vientos helados de más de 120 kilómetros por hora, la 6633 Arctic Ultra es una competencia de 193 y 563 kilómetros sobre la nieve. Y no sólo eso: los runners deben arrastrar sus propios trineos, donde llevan su equipamiento: agua, comida, botiquín, etcétera. Es una prueba durísima. Tanto que, desde 2009, sólo la han terminado 25 participantes. Vale correr con gorrito de lana y guantes, por supuesto.

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En California, la Ultramaratón Badwater es otra carrera “mítica”. La largada es en la Cuenca Badwater y la meta, en el Monte Whitney, la “cima más alta de los Estados Unidos continentales”, a 4.421 metros de altura. El circuito es de 217 kilómetros y atraviesa lugares como el Valle de la Muerte, “donde las piedras se mueven solas por el viento”, y las temperaturas superan los 50 grados. No es para cualquiera: se limita a 100 valientes.

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Si se trata de carreras intensas, no puede faltar la Maratón de la Jungla. Limitada a 75 corredores, este año será el 5 de octubre. Se corre en tres distancias: 42 kilómetros, 127 en cuatro etapas y 254 en seis. ¿Dónde? En la Amazonia brasileña, sí, en la selva, con temperaturas de hasta 40 grados y 99% de humedad, con vegetación frondosa, en un circuito en el que hay que atravesar senderos con serpientes, entre otras especies amigables, y ríos con pirañas.

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Hay más. La Ultra trail du Montblanc, que atraviesa la cordillera de los Alpes en un recorrido de 168 kilómetros, está considerada “la carrera a pie más prestigiosa de Europa”. También con “tramos nocturnos” y bajo “condiciones climáticas extremas”, es una de las competencias “más numerosas”: participan unos 2.500 runners. Los mejores tardan poco más de 20 horas en realizar el circuito que da una vuelta completa al macizo Montblanc y pasa por Francia, Italia y Suiza.

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Bernardo Frau, uruguayo que vive en la Argentina y trabaja como “gerente de recursos humanos de Danone”, estuvo cinco veces en esa competencia. “Cuando fui en 2012, la acortaron a 110 kilómetros por una tormenta de nieve”, recuerda Bernardo (59), casado y con dos hijos. Y agrega: “En el 2014, corrí la segunda versión de la Montblanc, la TDS, que es de 120 kilómetros y más salvaje que la primera: hay tramos en los que la única forma posible de bajar es con cuerdas. Sin dormir, algunos tramos corriendo, otros al trote y otros caminando, la completé en 33 horas. Lo hice acompañado, metro a metro, por mi amigo Matías Vukasovic. La llegada fue muy emocionante: en la meta me estaban alentando mi mujer, mis amigos, mi hermano que vive en Francia y mi cuñada, que me esperaba con cerveza”.

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El año que viene, Bernardo correrá la tercera versión, la de 100 kilómetros, y en 2019, la cuarta, de 53. “Desde hace 18 años, corro todos los días”, señala. “No me lesioné nunca”. Y sí: él como los otros, es de hierro.

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En Argentina también se consiguen
\r\nEn la Argentina también hay varias carreras muy exigentes. En febrero se corrió la última edición del Cruce Columbia (por la Cordillera de los Andes): se trata de completar 100 kilómetros divididos en tres etapas. Un mes después, en Villa Traful y Villa la Angostura, se llevó a cabo la prueba de 100 kilómetros de El Origen. En abril fue el turno de Patagonia Run en San Martín de los Andes, una competencia de 145 kilómetros que fue incluida por Ultra Trail World en el calendario internacional. Y en mayo, en este caso en Mendoza, se corrió otra difícil prueba de 100 kilómetros, la de Indomit.

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Leer de la fuente: Clarin


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