Jugaban en un jardín y encontraron un Ferrari Dino enterrado

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En Los Ángeles, California, lo que empezó como un juego de niños acabó convirtiéndose en noticia tras el hallazgo de un verdadero tesoro. Los niños de la familia Underwood estaban escarbando en el jardín de su nueva casa y descubrieron que debajo de la tierra se escondía algo más que lombrices y bichos. Se trataba nada más ni menos que de una Ferrari Dino que llevaba varios años sepultada.


El plomero logró que la aseguradora le reembolsara el valor.

Lo primero que hallaron fue una lona plástica, y tras tirar de ella descubrieron que debajo había algo metálico y de color verde, que parecían ser las piezas de un auto.

Ante la magnitud del hallazgo, la madre de los niños avisó a la policía para que se hiciera cargo de caso.

Las sospechas de que un vehículo o parte de él se encontraba enterrado en el jardín de la casa se confirmarían luego cuando un equipo de rescate de la policía excavó el lugar y extrajo un exclusivo Ferrari Dino, modelo Chairs and Flares, cuya producción se había limitado a menos de un centenar de unidades.

¿Cómo fue a parar allí?
Todo ocurrió en 1978. Los investigadores comenzaron a atar cabos cruzando los datos de la patente y el número de chasis de la Ferrari en una lista de vehículos desaparecidos.


El plomero había encargado la desaparición del vehículo.

A partir de ahí pudieron dar con el propietario, Rosendo Cruz, quien confesó lo ocurrido. Este plomero de origen hispano, fue el hombre que urdió el plan. Aunque su situación económica no era buena, decidió gastar sus ahorros en la compra de una Ferrari Dino para reconquistar a su mujer.

Después de mostrarle el lujoso vehículo a su esposa, y cenar en un exclusivo restaurante de Los Ángeles. Regresaron al lugar donde habían dejado estacionado el coche pero éste ya no estaba. Había desaparecido.

Cruz denunció el robo, pero la Ferrari Dino jamás apareció, por lo que al cabo de unos meses la compañía aseguradora le reembolsó el valor del vehículo en el momento de la compra: 22.500 dólares. El caso se hubiera cerrado de no ser porque cuatro años más tarde el lujoso vehículo apareció enterrado bajo el jardín de los Underwood.

Resulta que el plomero había encargado a unos amigos que hicieran desaparecer el vehículo tirándolo al mar para cobrar la indemnización de la aseguradora. Pero sus colaboradores perpetraron un plan alternativo conservando el vehículo bajo tierra con la finalidad de recuperarlo tiempo después.

Por ese motivo lo llevaron a un descampado y cavaron una enorme fosa para depositarlo allí envuelto con plásticos, toallas y telas para preservarlo de la tierra y la humedad. Lo que no previeron fue que lo que era una zona baldía acabaría convirtiéndose en una urbanización privada.


El comprador lo llamó "El desenterrado". 

Cuando la Ferrari fue recuperada por la policía pasó a propiedad de la aseguradora. A pesar de que estaba oxidada y evidenciaba ciertos daños en la carrocería, no costó mucho trabajo encontrar un comprador. El auto se había convertido en un icono por el impacto que tuvo la noticia en Los Ángeles, y fue comprado por un mecánico local tras pagar 6.000 dólares que decidió personalizar la chapa patente con las palabras "Dug Up", que en castellano significa "El desenterrado".


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